El contagio emocional opera a través de dos vías principales: la mímica del comportamiento y la retroalimentación fisiológica. «No solo imitamos los sentimientos de los demás, sino que empezamos a sentirlos nosotros mismos», explica Sigal Barsade, profesor de la Wharton School of Business.

Cuando alguien está feliz o enojado a nuestro alrededor, sin darnos cuenta reflejamos su emoción. Esta respuesta es subconsciente y programada. Además de esta imitación inicial, nuestros músculos faciales vinculados a esas emociones dictan el flujo sanguíneo a través de nuestro cerebro y cuerpo. Esta teoría se llama eferencia facial y es un proceso que nos hace sentir las sensaciones de una emoción, como una cara enrojecida o un hoyo en el estómago.

Las personas más contagiosas emocionalmente son las que están en posiciones de poder. Eso es porque absorbemos las emociones de aquellos a los que prestamos más atención: jefes, cónyuges, amigos cercanos.

La próxima vez que te sientas ansioso o molesto, considera cómo estás expresando ese sentimiento al mundo. Podrías tener mucha más influencia de la que imaginas.

Fuente: Inverse