El movimiento está directamente relacionado con nuestra capacidad cognitiva. En muchas ocasiones, las alteraciones en la forma de movernos vienen asociadas a ciertas patologías.

Por ejemplo: si una persona no mueve los brazos al caminar, los neurólogos sospechan una alteración relacionada con el alzhéimer o con el deterioro cognitivo.

Eso significa que el movimiento puede ayudar a predecir enfermedades.

  • Cuando una persona está sana, la distancia entre pasos y el tiempo que emplea en darlos es similar, anda en línea recta, no se desvía.
  • Si sufre daño cerebral tiende a ladearse o a variar la fuerza que imprime en una pierna o en otra al caminar.

Muchas veces, esas anomalías del movimiento surgen antes de otras manifestaciones de la patología. Y eso las convierte en predictoras de la salud futura.

Lo ideal sería que, al igual que nos indican un análisis de sangre cada cierto tiempo, nos hicieran un test de movimiento en distintas etapas de nuestra vida. De este modo, no solo lograríamos conocer nuestro patrón de marcha (y saber si en algún momento está alterado), sino que, además, obtendríamos datos para detectar patrones anormales y asociarlos a ciertas patologías.

En suma, si los resultados de pruebas estandarizadas de marcha aparecieran junto a nuestra historia clínica, se podrían sacar conclusiones más precisas que ayudarían a los médicos a realizar diagnósticos más personalizados.