John Snow es considerado uno de los fundadores de la epidemiología moderna. Desarrolló la teoría de la transmisión del cólera a través del agua. En 1854, quitó la rueda de una bomba de agua para tratar de reducir la transmisión del cólera durante un brote en Londres. Dedicó gran parte de su vida a mejorar la salud pública.
El Memorando de John Snow es el trabajo de un grupo de investigadores internacionales con experiencia en salud pública, epidemiología, medicina, pediatría, sociología, virología, enfermedades infecciosas, sistemas de salud, psicología, psiquiatría, políticas de salud y modelos matemáticos, motivados para entregar un mensaje claro y simple sobre la mejor manera de manejar la pandemia de COVID-19.
El Memorando de John Snow es una iniciativa de base que no ha recibido ningún financiamiento externo. Los costos de este sitio web y el tiempo dedicado a desarrollar el memorando fueron donados por signatarios que están motivados por el deseo de proteger la salud pública. Para obtener una declaración completa de los intereses de los autores, consulte la publicación original en The Lancet.
Esta es una iniciativa colaborativa e inclusiva e invitamos a colegas de todo el mundo a manifestar su apoyo al memorando convirtiéndose en signatarios.
Si desea obtener más información sobre el Memorando de John Snow, envíe un correo electrónico a info@johnsnowmemo.com
Texto completo del Memorando
Consenso científico sobre la pandemia de COVID-19: tenemos que actuar ahora
El coronavirus 2 responsable del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2) ha infectado a más de 35 millones de personas y más de 1 millón de muertes han sido registradas por la OMS al 12 de octubre de 2020. Una segunda oleada de COVID-19 afecta actualmente a Europa, y con el invierno acercándose, necesitamos una comunicación clara sobre los riesgos que plantea el COVID-19 y las estrategias eficaces para combatirlo. Aquí, compartimos nuestra opinión sobre el consenso actual basado en la evidencia existente sobre COVID-19.
SARS-CoV-2 se propaga a través de contacto (a través de gotas más grandes y aerosoles) y la transmisión de largo alcance es a través de aerosoles, especialmente en condiciones donde la ventilación es deficiente. Su alta infectividad,(1) combinada con la susceptibilidad de las poblaciones no expuestas a un nuevo virus, crea condiciones para la propagación rápida en la comunidad. La tasa de mortalidad por infección de COVID-19 es varias veces mayor que la de la gripe estacional (2) y la infección puede conducir a enfermedades persistentes, incluso en personas jóvenes, previamente sanas (es decir, COVID prolongado).(3) No está claro cuánto tiempo dura la inmunidad (4) y, si al igual que otros coronavirus estacionales, SARS-CoV-2 es capaz de volver a infectar a las personas que ya han tenido la enfermedad, tampoco se conoce la frecuencia de reinfección.(5) La transmisión del virus se puede mitigar mediante el distanciamiento físico, el uso de máscaras faciales, la higiene de manos, la higiene respiratoria y evitando multitudes y espacios mal ventilados. Las pruebas rápidas, el rastreo de contactos y el aislamiento también son fundamentales para controlar la transmisión. La OMS ha estado abogando por estas medidas desde principios de la pandemia.
En la fase inicial de la pandemia, muchos países instituyeron confinamientos (restricciones generales de la población, incluidas la órdenes de permanecer en casa y trabajar desde casa) para detener la rápida propagación del virus. Esto era esencial para reducir la mortalidad, (6,7) evitar que los servicios de atención de la salud se desborden y ganar tiempo para establecer sistemas de respuesta ante la pandemia para suprimir la transmisión tras el bloqueo. Aunque los confinamientos han sido perturbadores, afectando sustancialmente la salud mental, física, y dañando la economía, estos efectos han sido a menudo peores en los países que no fueron capaces de utilizar el tiempo durante y después del confinamiento para establecer sistemas de control de pandemia eficaces. Debido a la falta de disposiciones adecuadas para gestionar la pandemia y sus repercusiones sociales, estos países se han enfrentado a restricciones continuas.
Es comprensible que esto haya llevado a una desmoralización generalizada y a una disminución de la confianza. La llegada de una segunda oleada con los retos que se avecinan ha dado lugar a un renovado interés en un enfoque llamado de inmunidad de rebaño, que sugiere permitir un gran brote incontrolado en la población de bajo riesgo, protegiendo al mismo tiempo a los vulnerables. Los defensores sugieren que esto conduciría al desarrollo de inmunidad poblacional adquirida por infecciones en la población de bajo riesgo, que eventualmente protegerá a los vulnerables. Esta es una falacia peligrosa, no respaldada por evidencia científica.
Cualquier estrategia de gestión de la pandemia que dependa de la inmunidad adquirida frente a infección natural por COVID-19 es errónea. La transmisión incontrolada en las personas jóvenes corre el riesgo de una morbilidad significativa (3) y una mortalidad en toda la población. Además del costo humano, esto afectaría a la fuerza de trabajo en su conjunto y abrumaría la capacidad de los sistemas de salud para proporcionar atención de emergencia y rutinaria. Además, no hay pruebas de una inmunidad protectora duradera al SARS-CoV-2 tras la infección natural,(4) y la transmisión endémica que sería consecuencia de una disminución de la inmunidad supone un riesgo para las poblaciones vulnerables en el futuro indefinido.
Tal estrategia no pondría fin a la pandemia COVID-19, sino que daría lugar a epidemias recurrentes, como ocurrió con numerosas enfermedades infecciosas antes de la llegada de la vacunación. También supondría una carga inaceptable para la economía y los trabajadores sanitarios, muchos de los cuales murieron de COVID-19 o experimentaron traumas como resultado de tener que practicar la medicina de desastres. Además, todavía no entendemos quién podría sufrir de COVID.(3) Definir quién es vulnerable es complejo, pero incluso si consideramos aquellos en riesgo de padecer enfermedades, la proporción de personas vulnerables constituye hasta el 30% de la población en algunas regiones.(8) El aislamiento prolongado de grandes franjas de la población es prácticamente imposible y altamente poco ético. La evidencia empírica de muchos países demuestra que no es factible restringir los brotes incontrolados en determinados sectores de la sociedad. Este enfoque también corre el riesgo de exacerbar aún más las desigualdades socioeconómicas y las discriminaciones estructurales ya puestas al descubierto por la pandemia. Los efectos especiales para proteger a los más vulnerables son esenciales, pero deben ir de la mano de estrategias que contemplen varios aspectos de la población.
Una vez más, nos enfrentamos a un rápido aumento de los casos COVID-19 en gran parte de Europa, Estados Unidos y muchos otros países del mundo. Es fundamental actuar con decisión y con urgencia. Es necesario aplicar ampliamente medidas eficaces que suprimen y controlan ampliamente la transmisión, y deben estar respaldadas por programas financieros y sociales que fomenten las respuestas de la comunidad y aborden las desigualdades que se han amplificado por la pandemia. Las restricciones continuas probablemente serán necesarias a corto plazo, para reducir la transmisión a nivel bajos que permitan la detección rápida de brotes localizados y respuesta rápida a través búsqueda, prueba, sistemas de rastreo, aislamiento y soporte para que la vida vuelva a ser casi normal sin necesidad de generalizar restricciones. Proteger nuestras economías está indiscutiblemente ligado al control COVID-19. Debemos proteger nuestra mano de obra y evitar la incertidumbre a largo plazo.
Japón, Vietnam y Nueva Zelanda, por nombrar algunos países, han mostrado que las respuestas sólidas de salud pública pueden controlar la transmisión, permitiendo que la vida vuelva a ser casi normal, y hay muchas historias de éxito de este tipo.
La evidencia es muy clara: controlando la propagación comunitaria de COVID-19 es la mejor forma de proteger nuestras sociedades y economías hasta que sea seguro contemos en los próximos meses con vacunas y terapias efectivas
No podemos permitirnos distracciones que impidan una respuesta eficaz; es esencial que actuemos con urgencia en base a la evidencia.
Texto original en inglés disponible en:
https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)32153-X/fulltext
Sitio en internet:
https://www.johnsnowmemo.com/
Referencias:
1. Hao X, Cheng S, Wu D, Wu T, Lin X, Wang C. Reconstruction of the full transmission dynamics of COVID-19 in Wuhan. Nature 2020; 584: 420–24.
2. Verity R, Okell LC, Dorigatti I, et al. Estimates of the severity of coronavirus disease 2019: a model-based analysis. Lancet Infect Dis 2020; 20: 669–77.
3. Nature. Long COVID: let patients help define long-lasting COVID symptoms. Nature 2020; 586: 170.
4. Chen Y, Tong X, Li Y, et al. A comprehensive, longitudinal analysis of humoral response specific to four recombinant antigens of SARS-CoV-2 in severe and non-severe COVID-19 patients. PLoS Pathog 2020; 16: e1008796.
5. Parry J. COVID-19: Hong Kong scientists report first confirmed case of reinfection. BMJ 2020; 370: m3340.
6. Flaxman S, Mishra S, Gandy A, et al. Estimating the effects of non-pharmaceutical interventions on COVID-19 Europe. Nature 2020; 584: 257–61.
7. Dehning J, Zierenberg J, Spitzner FP, et al. Inferring change points in the spread of COVID-19 reveals the effectiveness of interventions. Science 2020; 369: eabb9789.
8. Clark A, Jit M, Warren-Gash C, et al. Global, regional, and national estimates of the population at increased risk of severe COVID-19 due to underlying health conditions in 2020: a modelling study. Lancet Glob Health 2020; 8: e1003–17.
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