A pesar de las estrategias basadas en el distanciamiento social, la higiene y la detección, COVID-19 está progresando rápidamente en todo el mundo, con los sistemas de salud en riesgo de ser superados. Si bien la identificación de terapias farmacológicas efectivas está en curso, las vacunas no estarán disponibles en el futuro cercano. Por lo tanto, se necesitan urgentemente estrategias preventivas adicionales.

COVID-19 se presenta con un espectro de gravedad de la enfermedad, que varía desde síntomas leves y no específicos similares a la gripe, hasta neumonía y complicaciones potencialmente mortales, como el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) y la insuficiencia orgánica múltiple. Si bien se cree que la transmisión del SARS-CoV-2 ocurre principalmente a través de gotitas respiratorias, el intestino también puede contribuir a la patogénesis de COVID-19. El ARN del SARS-CoV-2 se ha detectado en el tracto gastrointestinal y muestras de heces de pacientes y en sistemas de alcantarillado. Los coronavirus, incluido el SARS-Cov-2, pueden invadir los enterocitos, actuando como reservorio del virus. De hecho, grandes estudios clínicos de China indican que los síntomas gastrointestinales son comunes en COVID-19 y están asociados con la gravedad de la enfermedad.

Los probióticos son microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas confieren un beneficio para la salud del huésped. La evidencia clínica muestra que ciertas cepas probióticas ayudan a prevenir infecciones bacterianas y virales, incluidas la gastroenteritis, la sepsis y las infecciones del tracto respiratorio (ITR). La razón para agregar cepas de probióticos a la estrategia general de prevención y atención se fundamenta en la ciencia y los estudios clínicos, aunque hasta ahora ninguno sea enfocado directamente sobre el agente etiológico de esta pandemia.

El empleo de probióticos para aplanar la curva