«Existe una fisiopatología en común entre ciertas enfermedades dermatológicas y otras mentales», asegura la Dra. Estela Malatesta, psiquiatra y dermatóloga, maestra en neurociencias, fundadora y actual vicepresidenta de la Academia de Dermatología y Psiquiatría Argentina.

«Si pensamos en la #psoriasis, por ejemplo, tiene un cuadro depresivo asociado en hasta 60% de los casos y muchas veces ambos comparten un mecanismo inflamatorio. Mejorando el cuadro psiquiátrico uno disminuye el cuadro inflamatorio y sus manifestaciones en la piel y viceversa», comentó a Medscape la Dra. Malatesta.

Señala que existen tres tipos de relación entre las enfermedades dermatológicas y la salud mental:

  1. Las que implican simultáneamente a ambos planos, como la psoriasis y la dermatitis atópica, enfermedad esta última donde el estrés fisiológico y psicológico es un desencadenante y agravante bien establecido
  2. Las que comienzan con una enfermedad dermatológica que luego desencadena un problema en el plano mental. Eso empeora la calidad de vida y la respuesta y el cumplimiento de los tratamientos, perjudica el comportamiento social y laboral, dificulta las relaciones de pareja y amplifica la intensidad del dolor
  3. Las que inician en el plano mental y luego tienen compromiso dermatológico, una categoría que incluye desde el trastorno de excoriación y el trastorno obsesivo-compulsivo (por ejemplo, dermatitis de manos exacerbada por los lavados excesivos durante la pandemia) hasta el trastorno dismórfico corporal, el trastorno de personalidad limítrofe y los delirios de parasitosis, en los que los pacientes se provocan autolesiones.

«Los dermatólogos entrenados pueden ser grandes detectores de trastornos psicológicos y psiquiátricos», aseguró.